
La familia tiene su fundamento en la libre voluntad de los cónyuges de unirse en matrimonio, respetando el significado y los valores propios de esta institución, que no depende de la persona humana sino de Dios mismo. Así lo afirma tanto Gaudium et spes (1965, Nº 48) como el Catecismo de la Iglesia Católica (1992, Nº 1603). Nace la familia también para la sociedad y se funda sobre la misma naturaleza del amor conyugal que es un compromiso definitivo, expresado con el consentimiento recíproco, irrevocable y público. Por lo tanto, las relaciones dentro de la familia tienen que ser marcadas por la justicia y el respeto de los recíprocos derechos y deberes.
Ningún poder puede abolir el derecho natural al matrimonio ni modificar sus características ni su finalidad.
Ningún poder puede abolir el derecho natural al matrimonio ni modificar sus características ni su finalidad.
Es cierto que en las diferentes culturas, durante los últimos siglos, ha habido muchos cambios en las estructuras y las actitudes, y en todas las culturas existe ci
erto sentido de la dignidad de la unión matrimonial. La sociedad no puede disponer del vínculo matrimonial, aunque ciertamente le compete regular sus efectos civiles.
Los rasgos característicos del matrimonio son: su totalidad, unidad, indisolubilidad y fidelidad y que esté naturalmente abierto a la fecundidad. El hecho que existen todavía situaciones que alejan el matrimonio de estas características, no implica que la institución del matrimonio pueda ser juzgada por estas situaciones. Un ejemplo de esto sería la poligamia; aunque existe, no deja de ser una negación radical del designio original de Dios.
Como dice Gaudium et spes (1965, Nº 48), el matrimonio,
en su verdad “objetiva”, está ordenado a la procreación y educación de los hijos. Pero la procreación no es el único fin del matrimonio, y el carácter indisoluble permanece aún cuando la pareja no puede tener hijos. Puede también adoptar hijos o realizar servicios a favor de los demás.

Los rasgos característicos del matrimonio son: su totalidad, unidad, indisolubilidad y fidelidad y que esté naturalmente abierto a la fecundidad. El hecho que existen todavía situaciones que alejan el matrimonio de estas características, no implica que la institución del matrimonio pueda ser juzgada por estas situaciones. Un ejemplo de esto sería la poligamia; aunque existe, no deja de ser una negación radical del designio original de Dios.
Como dice Gaudium et spes (1965, Nº 48), el matrimonio,

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